Felices Navidades

En fin, dado que mi conexión a Internet parece que no se recupera (como la economía española, vaya), quiero aprovechar para desearos unas felices fiestas y un próspero año nuevo, que sea mejor que este que vamos a dejar (sobre todo porque si 2011 es peor que éste año, más de uno se tirará por la ventana).

¡FELIZ 2011!

Monólogo "Los villancicos"

Debido a que Internet me funciona a pedales, y quería hacer una entrada sobre el asunto villancicos, he decidido dejar aquí un monólogo que lo refleja muy bien, del ya desaparecido "Club de la Comedia". ¡Disfrutadlo!

¿Se han fijado en que la mayoría de los villancicos que cantamos no tienen ningún sentido?

Por ejemplo: «25 de diciembre, fun, fun, fun». ¿Alguien me puede explicar esto? Pues lo canta gente formada: abogados, catedráticos, ejecutivos... Incluso el Rey. Después de darnos el discurso ése de Nochebuena en el que sale tan serio —«A la Reina y a mí nos llena de orgullo...»—, se va a la Zarzuela y se pone a cantar:
—A ver: Sofía, coge la zambomba; y tú, Marichalar, ponte el pantalón ese que tienes y rasca la botella de anís... Venga todos: «¡25 de diciembre, fun, fun, fun...!».

Y si no, éste: «Hacia Belén va una burra, rin, rin...». Esto tiene que ser un teléfono móvil... Es que las burras estaban muy adelantadas... Y atención ahora: «Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité...». ¿Yo me eché un remiendo, yo me lo quité? ¡Ésta es Pamela Anderson! ¡La que se puso las tetas y luego se las quitó...!

Y no termina ahí la cosa, que después dice que la burra iba «cargada de chocolate». Yo no digo nada, pero... burras con móviles, chocolate... Esto es un caso para el juez Garzón. Ríete tú de la Operación Nécora; el día que se meta con la Operación Burra... Y eso que era un burro, y no un camello.

Otra cosa: se podría creer que el niño Jesús es la estrella de los villancicos, pero no... Es el burro... o la burra, porque con el sexo no se pone nadie de acuerdo: «Hacia Belén va una burra...», «Arre borriquito, vamos a Belén...». Y luego hay un enigma. Porque, vamos a ver: se supone que ellos iban en burro... y cuando llegan, en el portal, hay una mula y un buey... ¿Dónde está el burro? ¡Ha desaparecido! Aquí
hay algo que no encaja... Me falta un burro o me sobra una muía, ¡joder!

Los villancicos tratan muy bien a la Virgen: se peina «entre cortina y cortina, los cabellos son de oro y el peine de plata fina...». Sin embargo, san José es un desgraciado. Cuando no entran los ratones a roerle los calzones, se los quitan los ladrones... ¡Que vaya obsesión tenían con los calzoncillos de este hombre! Vamos, entre unos y otros iba siempre sin ropa interior, como Sharon Stone.

¿Y los Reyes Magos? ¡Unos irresponsables! Atención al villancico: «Ya vienen los Reyes por aquel camino, ya le traen al Niño sopitas con vino». Muy bien, a un niño de pecho... ¡sopitas con vino! ¡Claro, y luego un cigarrito...!

¿Y éste?: «Recogido tu rebaño, ¿a dónde vas pastorcito? Voy a llevar al portal requesón, manteca y vino...». ¡Joder, qué empeño en emborrachar a la criatura! No me extraña que luego el Niño, en cuanto pudo, transformara el agua en vino. ¡Claro, le cogió afición!

Pero es que el Niño tenía a quién parecerse, ¿eh? Porque el padre a la mínima decía eso de «Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar...». Pues nada, que allí bebía todo dios. Creo que no hace falta hablar de los peces... Todo el mundo sabe lo que pasaba en ese río... Es voxpópuli que «beben y beben y vuelven a beber...».

Y luego hay algunos que son el cachondeo padre, como ése que dice: «En el portal de Belén hay estrellas, Sol y Luna...». Venga ya, hombre, eso no se lo cree ni el pastorcito cagón. Estrellas, Sol y Luna a la vez... Pero luego sigue: «Hay estrellas, Sol y Luna, la Virgen y san José y el Niño que está en la cuna...».
Otra cosa no sabremos, pero que el Niño está en la cuna... No dirás que no tenemos información sobre este tema... Ahí sí que hay información puntual, como en la CNN. ¡En cada villancico! «El Niño está en la cuna, el Niño está en la cuna, el Niño está en la cuna...».

Aunque con esto de la cuna también había cierto descontrol. Escuchen: «Campana sobre campana, y sobre campana una. Asómate a la ventana, verás al Niño en la cuna». Vale, está en la cuna. En la segunda campana: «Asómate a la ventana, verás al niño de Dios». Muy bien, no tengo nada que objetar. Pero es que luego dice: «Campana sobre campana, y sobre campana tres. Asómate a la ventana, verás al Niño nacer». Un momento: si el niño estaba en la cuna en la primera campana, ¿cómo va a estar naciendo en la campana tres? ¿Qué pasa, que vamos hacia atrás...? ¡Pues no quiero pensar lo que se verá en la campana ocho...!

Está claro que cuando cantamos villancicos no pensamos en lo que decimos, porque si lo pensáramos... Por ejemplo, ese que dice: «La Nochebuena se viene, tururú, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos, tururú, y no volveremos más». ¡Y no volveremos más! Pues qué buen rollo para ser Nochebuena. Y esto lo cantamos con mucha alegría. Nos vamos a morir, pero contentos...

Y, por último, están los villancicos cultos. ¡En latín! Esto ya... El Adeste fideles, que la gente se lo inventa directamente y dice lo primero que se le pasa por la cabeza. El principio se lo sabe todo el mundo: «Adeste Fideles...». Pero luego la gente desbarra: «venite, venite...», y algunos dicen: «El Cordobés...». En fin, que menos mal que esto de los villancicos es sólo una vez al año.

Que les sea leve.