Reflexionando sobre dos mil veinte

Estamos a quince días del cierre del año más raro que recuerdo. Bueno, probablemente no sea el único al que se lo ha parecido. O a lo mejor sí, porque vives en una cueva aislado del resto de la sociedad desde hace un año y no sabes la que se ha liado en el resto del planeta especialmente desde el mes de marzo. Que oye, si es así, te envidio.

2020, el año marcado por la pandemia a causa del virus "COVID-19", alias "coronavirus", y otros nombres que no tiene caso narrar aquí (para eso te buscas un blog de medicina) toca a su fin, y me gustaría echar un poco la vista atrás con respecto a ester fenómeno. Siendo buena persona, si crees que voy a pensar en positivo, a lanzar mensajes alegres y optimistas, te recomiendo cerrar esta página del navegador. Igual deberías echar un vistazo en la web de Mr. Wonderful, porque desde luego no me voy a poner en el mejor de los casos. Como mucho, voy a intentar no caer en la ofensa, que ya es mucho para las cosas que me rondan hoy en mente.

No voy a ocultar que, en el origen de todo esto, yo era uno de tantos y tantos que pensábamos que no iba a ser para tanto. Que serían unos casos aislados. Bueno. La Historia al final siempre se repite, y al final resultó que, aquello que nos parecía tan lejano, nos mostró como lo híper conectado que está el mundo, y no solo a nivel de las telecomunicaciones, permitió que el virus se expandiera por el globo terráqueo y nos tocara correr a nuestros hogares, nuestros "búnkeres" especiales para protegernos de una amenaza invisible que sigue ahí.

Durante el encierro, mucha gente perdió el empleo. Hay quien a día de hoy no lo ha recuperado. El sector de los trabajadores continuó en dos vías: todo aquel cuya tarea pudiera realizarse remotamente pasó a hacer teletrabajo, mientras que otros tantos, por el tipo de labores que desempeñaban, debían desplazarse presencialmente. Pero bueno. Al no haber tanta gente fuera de sus casas, el riesgo de contagio debía considerarse reducido.

Durante el encierro, mucha gente perdió la vida. Víctimas de ese enemigo silencioso, con el cual aún debemos convivir. Recuerdo aquellos días de encierro en los cuales el telediario se resumía prácticamente en dar los datos oficiales sobre las personas que se habían infectado y cuántas personas habían fallecido. A día de hoy, esa imagen no ha cambiado. Cada día se lee un número diferente, pero el resultado es el mismo: personas y personas afectadas por la enfermedad. Voy a intentar recordármelo todo el post que queda. Personas. Me dijeron hace tiempo, y con mucha razón, que referirse a alguna persona con cualquier tipo de apelativo hace una deshumanización, y por nada del mundo pretendo hacer tal cosa. Ni "casos", ni "infectados". Personas.

Durante el encierro podíamos ver, también en la televisión, a los mayores expertos opinando sobre la situación. Gente muy bien formada en ciencias de la medicina como cantantes, toreros, y tertulianos de todo tipo. Investigación y rigurosidad en estado puro. Que una cosa es que tengamos libertad de opinión, y otra muy diferente es confundir opinión con conocimiento.

Durante el encierro, recuerdo uno de los mayores errores de juicio que recuerdo. "De esta saldremos mejores". Cada tarde, puntualmente, podíamos ver a la gente saliendo a los balcones a aplaudir al personal sanitario. La primera línea de defensa contra el Covid. Que bueno, estaban las medidas básicas como la distancia social, lavarse mucho las manitas... Unas medidas de un cumplimiento tan sencillo que podrían haberlas explicado los personajes de Barrio Sésamo para que a todos les quedasen claras. Consideramos que saldríamos más unidos, nos conoceríamos más... Igual soy el único que no se ha hecho amiguísimo de los vecinos del bloque de enfrente. No me siento peor persona por no haber salido a aplaudir, como tampoco considero mejor a quien sí lo haya hecho. Simplemente, no creo en los gestos simbólicos. Y ha quedado demostrado que estaban muy vacíos como para que me produzca algún remordimiento.

Durante el encierro y las fases de desescalada, he visto a la gente perder la paciencia. Igual es que estamos demasiado acostumbrados a la instantaneidad. Quiero saber la temperatura, app del tiempo. Quiero saber lo que tardo en atravesar la ciudad, Maps. Quiero una receta de macarrones con chorizo, busqueda en Google. De pronto, nos topamos con una enfermedad nueva, sobre la que apenas se había empezado a investigar. La información cambiaba a diario, no parecía existir un patrón del todo claro. Incluso las bases parecían no coincidir un día con otro. Si considero que el ser humano teme a lo desconocido, el no "saber" sobre el Covid con certeza debe ser digno de la mejor narración de thriller psicológico.

Mi resumen durante el encierro podría resumirse en trabajar mis ocho horas, hacer una hora de ejercicio después para mantener la actividad, ponerme al día con series y lecturas pendientes, y evitar picar entre horas. Sí. En positivo solo puedo sacar el haber evitado el contagio y haber perdido seis kilos, a base de evitarme comer entre horas. Bueno, y tal vez, haber intentaod mantener la cordura, algo complicado en tiempos adversos.

Porque si la primera mitad del año lo podemos resumir en esas líneas, la segunda mitad parece una mala secuela. Una película de esas en las que el equipo de guionistas cambia en la segunda parte y hacen un poco lo que les sale de los cojones, modificando el canon.

De pronto, la gente no ha muerto de Covid. Ha sido "de otra cosa". Pero lo del Covid es mentira. O ni siquiera han muerto. De pronto, los sanitários no son héroes, son cómplices de un complot de dominación mundial. De pronto, las medidas más básicas son una forma de represión para tener controlada a la gente. De pronto, gente que no tiene ni puta idea de medicina y que aprobaron la scundaria más por pena del profesor que por méritos propios proclama saber más que cualquier persona que tenga un título universitario sobre el tema. Sus fuentes: la tele y la barra del bar. Parafraseando a Sherlock Holmes: "Datos, datos, datos. No puedo hacer ladrillos sin arcilla". Pero en algún momento la gente dejó de utilizar los ladrillos para construir y decidió emplearlos en golpearse la cabeza con ellos, debe ser.

En realidad no creo que esto haya sido un "de pronto". El malestar de la gente se ha ido gestando desde el principio. Y no únicamente porque haya gente que se ha dedicado a malmeter, que también. Pero el hartazgo, el cansancio, el hastío con una situación que nos ha superado a todos merman la moral. Y es complicado mantenerse con la cabeza fría. No quiero convertir el post en una reivindicación por una salud mental públia y de calidad (la realidad es bastante alegato a favor en sí misma), pero creo que al final, la gente ha llegado a su límite.

Y en el límite, se cruza de la razón a la magia. Considero que el que haya tanto negacionista, tanto magufo por ahí suelto... el hecho de que la gente se crea cualquier cosa, se basa en ese hartazgo. Resulta más sencillo pensar en la realidad como un complot, como la existencia de una mano negra que manipula los hechos, considerar que todo es una patraña, que aceptar una realidad mucho más dura y jodida: que seguimos jodidos por el virus, y que vamos a tardar en recuperar un estilo de vida similar al que teníamos antes.

A nadie le gusta pensar en eso. Especialmente en Occidente. Nuestro estilo de vida, más o menos acomodado, se ha visto comprometido. Está cautivo, y que pueda volver es más una cuestión de tiempo y de cómo nos comportemos. Y de la vacuna. Esa en la que cincuenta millones de españoles de pronto son expertos en inmunología, virología, y efectos secundarios. Podría ironizar mucho con las teorías conspiranoicas sobre el 5G (seguimos teniendo problemas de cobertura en algunas zonas y van a controlarnos con esas ondas, no te jode), o que todo está planeado por Bill Gates (es una venganza contra los usuarios de Apple por no usar Güindous) o mierdas de esas, pero no tengo interés en ello.

Solo me apetecía plasmas un poco en escrito estos pensamientos que tengo. Si me pongo positivo, esto acabará en algún momento y volveremos a estar como antes. Igual de mal, en todos los aspectos. Pero igual. Pero si me pongo negativo, creo que dentro de poco las calles serán una demostración de Galileo y el Papa.