Orden de preferencias para comunicarme con las personas:
1. En persona (esto preferiblemente va acompañado de un café).
2. Aplicaciones de mensajería instantánea.
3. Hablar por teléfono.
Es curioso, porque estoy seguro de que mucha gente habría puesto "hablar por teléfono" antes que la mensajería instantánea, pero en mi caso no es así.
Por supuesto, mi primera elección siempre es en persona. Tener a la persona enfrente permite una conversación personal (única forma), de modo que además de la conversación en sí, tenemos el apoyo visual de la comunicación no verbal. Decimos muchas veces más con los gestos que hablando, y nos permite una comunicación insuperable.
Obviamente, en una conversación por teléfono, perdemos ese apoyo, y como mucho dependemos del tono de voz de nuestro interlocutor para saber en qué vaina nos movemos. En conversación de mensajería instantánea únicamente disponemos de un texto plano de libre interpretación. Y entonces, ¿cómo es posible que me guste más la mensajería instantánea que la conversación por teléfono?
En primer lugar, por la comodidad. Tener el teléfono pegado en la oreja es un puto rollo. De hecho, reduce mi propia expresión corporal, porque muchas veces, pese a no tener a mi interlocutor delante, tiendo a hacer los mismos gestos que hablando en persona.
En segundo lugar, por mi atención. Puedo dedicar dos horas a ver Animales fantásticos y dónde encontrarlos, o sumergirme durante un buen rato en la lectura de un libro. Pero cuando en una conversación hay un teléfono de por medio, mi mente hace las maletas y se pone a divagar. No lo hago adrede, es inconsciente
En tercer lugar, porque en definitiva no es lo mismo hablar por teléfono. Ni por asomo. Es más incómodo con diferencia. Me agota hablar por teléfono, me cansa, me hastía. Estoy hablando con una persona que no tengo delante, y al no tenerla delante, podría ponerme con más cosas en lo que prosigue la conversación, que es lo que consigo con la mensajería instantánea.
Es curioso que tanto por teléfono como en mensajería instantánea me encuentro con el mismo problema: la intervención. Porque yo soy de los que esperan a que la otra persona calle al teléfono (es algo más limitado que la conversación en persona, no se debe interrumpir), o que se fijan si el conversador está "... escribiendo" para aguardar a que acabe. Pero hay gente que no. Que les da lo mismo, como si hablaran en persona.
Sin embargo, le encuentro otras ventajas a la mensajería instantánea. Y entre ellas es que el mensaje llega rápido (y no, instantáneo no es que tengamos la obligación de responder al instante) y el interlocutor tiene todo el tiempo que quiera para procesarlo y responderlo (o no). Te permite leer un mensaje, y contestar en el momento en que nos venga bien (aunque la sociedad parece querer malcriarnos en lo contrario), pero yo sigo a mi ritmo.
También hay veces que uno tiene que prepararse, en caso de decir algo complicado. Personalmente, pensarlo bien y escribirlo me resulta más cómodo que tener que memorizar las cosas. De igual modo, ayuda poder repasar el texto y ver si hemos dicho algo fuera de tono (cuando en el cara a cara podemos cagarla en un segundo).
Por supuesto, cada cual tendrá sus preferencias. Personalmente, me quedo con las que veo más cómodas.
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