Existe la verdad y la verdad

Al lío. "Existe la verdad (carita enfadada) y la verdad (carita alegre)" es quizá uno de los memes más explotados de Los Simpson pero no por ello menos cierto. Y es que veo que se dan muchas veces dos mentiras diferentes cuando hablamos de la verdad. La verdad, en su más simple definición, sería la coincidencia entre una afirmación y los hechos. Y muchas veces el problema no es la verdad. Es cuál es la afirmación. Son cuáles son los hechos. Cómo hacemos la afirmación. Qué ocurre con esos hechos.

Por eso, recomiendo a quien me lea que cuando conozca a una persona que en la tarjeta de presentación dice: "Yo es que soy muy sincero", que en ese momento se de media vuelta y ponga cuantos más kilómetros de por medio mejor. Porque no conozco a muchas personas que tengan buenas experiencias con ese tipo de personas. Traducido al idioma real, "Soy muy sincero" viene a significar "Digo las cosas que me da la gana, con una arrogancia que te van a dar ganas de partirme una silla contra la nuca, y encima creo que me tienes que dar las gracias por ser como soy". "Soy muy sincero" es tomarse la carta blanca de tener el derecho a decir lo que sea, pero encima con un "bonus": no les puedes pagar con la misma moneda. No se pueden criticar sus opiniones porque, oh chorprecha, les estamos censurando. "Soy muy sincero" es básicamente exponer cualquier afirmación sin derecho a reproche. El mundo a tus pies. "Soy muy sincero" como justificación absoluta para comportamientos intolerables. "Soy muy sincero", pero no lo seas conmigo, que a mi esas cosas me parecen unos ataques intolerables contra mi persona.

Y ojo, soy el primero que considera erróneo que la gente se tenga que regalar los oídos. No, en la vida hay cosas positivas, y hay cosas negativas, y se tienen que poder expresar las negativas. No con crueldad. No con la intención de herir a alguien, querida persona que eres muy sincera, porque tus comentarios son destructivos. Una persona no tiene que ser sincera a malas. Tiene que haber una intención de ayuda. Y si no, por qué no, un silencio. Muchas veces es mejor simplemente cerrar la boca. Y sobre decirlo: nos podemos equivocar. Podemos cometer un error, involuntario (por eso se le llama error), porque una vez se nos ha ido la lengua en una discusión, o porque hemos hablado sin pensar. Son cosas que pasan, podemos errar, somos humanos, pero también tenemos que ser capaces de rectificar cuando algo ha sido equivocado. Un pedir perdón, un saber estar. Hay formas de decir las cosas, máxime cuando alguien te importa. Aunque muchas veces parece que, efectivamente, a estas personas muy sinceras no les importan los demás.

Las personas que de verdad son sinceras no tienen que expresar que lo son en una frase.

Y luego también está la otra cara de la moneda. Porque para mi, lidiar con un sincero me resulta muy sencillo, sé lo que me va a acarrear y esperarme lo peor, nada de empatía, y a seguir. Pero ¿qué pasa cuando se da el lado contrario? "Dime la verdad". Ay, Dios. Qué compromiso. Porque muchas veces, por el devenir de la conversación, "Dime la verdad" trae entre líneas "Espero que la verdad sea lo que yo pienso", una especie de acuerdo entre ambas partes por la cual hay que agradar a la otra parte falseando la verdad. Bueno, ¡que igual no! O sea, se dan casos en los que la verdad coincide con lo que la otra persona quiere oír. Pero hay otras tantas que no. Y entonces, ¿qué hacemos?

En lo personal, yo soy de los que piden sinceridad de verdad. Al igual que no me gusta regalar los oídos de nadie, tampoco me gusta que me lo hagan a mi. Porque eso al final me hace sentirme peor, si detecto que hay un intento de no herirme al final me llego el golpe por dos: la mentira y el hecho negativo en sí. Obviamente es una elección personal, pero si se que algo ocurre, algo que no está bien, tener la información puede ayudarme a corregirlo... o a asumirlo. No siempre las cosas negativas son reversibles. Pero son las que son y hay que conocerla.

Pero nuevamente me remito a lo que ya dije: existen formas de decir las cosas. Y se aprende. Y yo sigo aprendiendo, porque no es algo absoluto. Cada persona individual tiene una serie de variables que reaccionan de forma diferente a cada input, pero coño, para eso nos vamos conociendo. Hay que aprender a comunicarse mejor. Tenemos además un idioma riquísimo, y no lo estamos aprovechando bien. "Te veo muy delgado" suena infinitamente peor que "Te noto algo hoy. ¿Ha ocurrido algo? ¿Quieres hablar?". Pasamos de ese ataque "sincero" a una preocupación por nuestro interlocutor. Y ya es cosa de la otra parte querer hablar o no. Tampoco es sano un "Qué bien lo has hecho" cuando el resultado no es realmente algo bueno. Yo, que soy todavía Cocinero de Nivel 1, es la magia que tengo menos desarrollada, hay cosas donde meto la pata y que no tengo controladas. ¿Qué favor me harían los comensales si dieran por buena una carne que no he preparado bien, o que algo me ha quedado insípido? Nada. Obviamente tampoco quiero una reacción del tipo "Esto no hay quien se lo coma". Yo que sé, dame pistas, qué le has notado, está duro, o blando, o no ha pillado el sabor. Dame información, coño, comunica.

Y también hay una vieja máxima que no se me olvida: no preguntes aquello cuya respuesta no quieres conocer.

En serio. Tenemos que conseguir llegar a un término medio entre ambos extremos. Tenemos que poder decir las cosas, por negativas que sean, buscando las palabras apropiadas y no mentir a esas personas que buscan una aprobación cuando consideramos que no es así, pero tampoco a base de destrozar la moral de los demás. Pensemos antes de hablar. Estemos seguros de lo que queremos saber.

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