Voy a hablar de un tema muy candente. La censura. Todo aquello que produce que cerremos la boca, que no twitteemos lo que queremos decir, que por no discutir con un familiar no digas tu opinión porque sabes que es contraria a la suya.
Pues yo ya estoy hasta las pelotas. Y como aparte de los ejemplos expuestos hay muchos más, quiero ir por un poco por partes, podríamos empezar en primer lugar por la censura en los medios de comunicación, la más descarada que hay hoy en día. Y eso es básicamente porque los medios tiene cierta ideología, y esa ideología impide contarlo todo como debería hacerse, sin tapujos e informando al pueblo.
En lugar de eso, nos topamos con titulares contradictorios, información falsa o manipulada directamente. Sabemos qué cadenas, periódicos y emisoras son especialistas en esto, no voy a mentarles, no por censura, sino porque podrían aprovechar para ponerme un pleito (incluso siendo un blog menor, no les importa con tal de sacar tajada). El grupo Ska-P lo dejaba bien claro en la canción Radio Falacia de su disco 99%.
Por eso a mi me gusta la gente como Ana Pastor o Wyoming, son periodistas, pero los veo contarlos de forma imparcial.
Otro caso, censura en el espectáculo. Ya lo mencioné hace un par de meses, haciendo además alusión a Ricky Gervais. Hoy voy a referirme a otro cómico, esta vez de nuestro país, Miguel Lago. En su más reciente monólogo, "Soy un hijoputa Vol. III", Lago hace mención varias veces al tema de la censura. Como no me fío del derecho de cita (para reproduciros en texto algún fragmento), lo explico directamente.
Miguel Lago compara cuando sólo había un censor (época franquista) a cuando hay cincuenta millones de censores (todos y cada uno de nosotros en la época actual). También habla del famoso scketch de Martes y trece, Mi marido me pega, cuestionándose qué ocurriría si a fecha de hoy se les ocurriera hacer un guión como aquel para algún programa. No os cuento la conclusión, mejor que veáis el monólogo, que merece la pena, aunque creo que os podréis hacer a la idea. También reivindica el constante corte que sufren los humoristas a la hora de hacer bromas
Y ya por último, nos queda lo primero que he mencionado, la censura interpersonal. El tipo que no dice que apoya al PSOE/PP porque sabe cómo está la situación. El que en plena cena familiar no le dice a su [inserte pariente correspondiente] que está equivocado para evitar que los langostinos navideños vuelen por los aires. Todo eso es censura.
Y uno se cansa de esto, esta falta de franqueza termina haciéndose pesada. A mi a veces me toca no morderme la lengua, sino que me digan que lo haga, cuando sale por la tele algún tipo de esos colectivos que no aguanto (toreros, participantes de GH...) Puede sonar a coña, pero no. Soy especialista en el comentario mordaz, y a mi alrededor le resulta molesto. Peeeero no puedo evitar decirlo. Ni puedo ni quiero, vamos a sincerarnos. Lo tengo muy claro, porque hay gente a la que:
Simple y llanamente. Dicho esto, ¡abajo con la censura! Libertad de expresión. Y no, no digo con libertad de expresión "vamos a insultar a todo el que nos caiga mal por interneeeet", porque yo esas opiniones las guardo para lo que considero el ámbito cercano. Además, no es libertad de expresión, es ser gilipollas y cobarde (anonimato de internet, qué daño ha hecho). Opina lo que quieras, y dí lo que quieras. Pero sé persona. Sin máscaras. Ahí lo dejo.
Otro caso, censura en el espectáculo. Ya lo mencioné hace un par de meses, haciendo además alusión a Ricky Gervais. Hoy voy a referirme a otro cómico, esta vez de nuestro país, Miguel Lago. En su más reciente monólogo, "Soy un hijoputa Vol. III", Lago hace mención varias veces al tema de la censura. Como no me fío del derecho de cita (para reproduciros en texto algún fragmento), lo explico directamente.
Miguel Lago compara cuando sólo había un censor (época franquista) a cuando hay cincuenta millones de censores (todos y cada uno de nosotros en la época actual). También habla del famoso scketch de Martes y trece, Mi marido me pega, cuestionándose qué ocurriría si a fecha de hoy se les ocurriera hacer un guión como aquel para algún programa. No os cuento la conclusión, mejor que veáis el monólogo, que merece la pena, aunque creo que os podréis hacer a la idea. También reivindica el constante corte que sufren los humoristas a la hora de hacer bromas
Y ya por último, nos queda lo primero que he mencionado, la censura interpersonal. El tipo que no dice que apoya al PSOE/PP porque sabe cómo está la situación. El que en plena cena familiar no le dice a su [inserte pariente correspondiente] que está equivocado para evitar que los langostinos navideños vuelen por los aires. Todo eso es censura.
Y uno se cansa de esto, esta falta de franqueza termina haciéndose pesada. A mi a veces me toca no morderme la lengua, sino que me digan que lo haga, cuando sale por la tele algún tipo de esos colectivos que no aguanto (toreros, participantes de GH...) Puede sonar a coña, pero no. Soy especialista en el comentario mordaz, y a mi alrededor le resulta molesto. Peeeero no puedo evitar decirlo. Ni puedo ni quiero, vamos a sincerarnos. Lo tengo muy claro, porque hay gente a la que:
No es que le falte al respeto, ¡es que no le tengo ninguno!
— Felikis (@Felikis93) June 30, 2013
Desde el momento en el que dices que Wyoming es imparcial, te retratas
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