Élite

(publicada originalmente el 27 de septiembre de 2019)


Con dos post en borradores… por qué no. Review de una serie, que últimamente les dedico poco tiempo (me es más fácil tirar de refritos que ponerme con series nuevas, como con las pelis). Y ya de paso, una de esas que tiene el punto de la polémica en las redes, porque una noche tranquilita no merece la pena. Habrá spoilers, de esos suaves, pero igual no te apetece enterarte. Yo que sé, hay otras páginas por internet para leer.

No voy a negar la evidencia. En Élite no cuela la edad de los actores. No, no aparentan dieciséis años reales. Aparentan dieciséis años idealizados en la grande y pequeña pantalla. Pero joder, que conozco gente que está entre los 16 y los 18 y parecen unos niños en comparación con el reparto. Y tampoco voy a negarlo: no hay quien se identifique con la vida de los estudiantes de Las Encinas. Pero bueno, pongamos el filtro de estamos viendo ficción y al meollo (opinión personal: puestos a elegir, preferiría una vida a lo Sherlock Holmes).

La premisa parte de la llegada de tres jóvenes, Samuel, Nadia y Christian al prestigioso colegio Las Encinas, como indemnización tras el derrumbe que sufrió su anterior instituto. De orígenes humildes, chocan rápidamente los estudiantes del centro, pertenecientes a las clases más altas… sí, unos snobs. Pero no importa tu estatus social cuando ocurre un asesinato, y nadie tiene claro quién puso ser el asesino.

La estructura narrativa de la serie me recordó irremediablemente a How to get away with murder: flashbacks que nos narran cómo fue la llegada de los tres nuevos estudiantes, intercalándolas con los interrogatorios en el momento presente a todos los posibles implicados en el asesinato, intentando averiguar quién es el asesino.

En el mismo estilo, la segunda temporada nos mostrará las consecuencias que ha tenido aquel asesinato en las vidas de todos, además de nuevos compañeros para poner aún más patas arriba la convivencia en el centro.

Antes he dicho que las vidas de los estudiantes de Las Encinas son difícilmente identificables con la mayoría de personas de 16 años. Y lo mantengo: se nos presentan como una gente de un club selecto rodeados de lujo, las mejores compañías, follando sin conocimiento… Pero sí que hay partes en las que podemos “rascar” temas interesantes, y es básicamente el choque cultural que nos encontramos entre los hijos de los privilegiados y los que proceden de ambientes más humildes.

El caso más claro lo encontraríamos con Nadia (Mina El Hammani). De origen palestino y musulmana, hija de los dueños de una frutería, no tendrá fácil encontrar su sitio en una escuela de blancos ricos. Menos aún cuando sus capacidades para el estudio rivalizan con las de Lucrecia “Lu” (Danna Paola), considero que la alumna más arrogante de todo el centro. Lu (a quien reconozco el papel que hace la actriz porque siento una fuerte repudia hacia el personaje) hará todo lo posible por superarla, incluso instará a su novio a que seduzca a la chica.

Por su parte, Samuel (Itzan Escamilla) es un joven trabajador, de barrio, que cae ante los encantos de Marina (María Pedraza), una joven rica que (además de la hija del constructor que debió indemnizar por el instituto derrumbado) da la espalda a sus amistades de toda la vida y se acerca a sus nuevos compañeros. Esto no sienta muy bien a su hermano Guzmán (Miguel Bernardeu), quien considera que los nuevos becados no deberían estar allí… pero será Nadia su talón de Aquiles, por idea de Lu. ¿Alguien ha dicho triángulo amoroso? Que sean dos, porque Nano (Jaime Lorente), el hermano de Samuel, también quedará prendado por Marina.

El tercer becado, Christian (Miguel Herrán) se verá envuelto en una extraña relación a tres con Carla (Ester Expósito) y Polo (Álvaro Rico), que a su vez son amigos y conocidos de Marina. Aunque su papel en la segunda temporada se reduce mucho (problemas de agenda, a pesar de los cuales su ausencia se justifica a la perfección), tres nuevos estudiantes aparecerán en Las Encinas en la temporada dos.

Racismo, clasismo, aceptación de uno mismo, enfermedades de transmisión sexual, consumo de sustancias, amores prohibidos, culpabilidad… Las tramas de Élite podrían ser un culebrón de varios cientos de episodios, pero afortunadamente, se han contado actualmente en dos temporadas, ocho episodios cada una, cincuenta minutos por episodio (veremos si la tercera no supone un revés). No se narra más de lo necesario, no entramos en episodios vacíos ni reiteraciones.

Incluso la segunda temporada logra mantener el nivel de la intriga. Sí, repite la fórmula de mostrar la consecuencia al principio, narrar los actos que llevaron a tal, y finalmente la sorpresa en el final cuando todo se revela y nada queda. Porque después de estos episodios, mientras algunos personajes ya los tengo bien “calados”, otros en cambio parecen un misterio insondable y sigo sin tener claro cuál es su juego.

Ciertamente no es una mala serie. Aunque, a pesar del boom que ha supuesto, yo tampoco la catalogaría como la serie del año, ni de lejos. Pero se deja ver y está bien contada. Falla, como apoyé al principio, en la falta de conexión con la realidad de una persona promedio de dieciséis años. Hay que verla como una ficción, una historia que les ocurre a unos personajes. Y que, todo sea dicho, afortunadamente no nos ocurren a nosotros.

Puntuación: ⭐⭐⭐’5 / 5

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